Cuando oímos hablar de Energía Crística, Luz Crística o Ser de Luz Crística, enseguida podemos relacionarlo con la esencia de Jesús de Nazaret, con su mensaje y sus enseñanzas. Sin embargo, es en el ejemplo de su vida donde encontramos las señales que nos ayudan a comprender de qué estamos hablando en realidad.
La Luz Crística no es simplemente una energía dorada o rosa-dorada, que desciende cuando la necesitamos para equilibrarnos y conectarnos con nuestro ser. Es mucho más que eso. Es la semilla que habita en nuestros corazones, dispuesta a brotar, a expandirse y a expresarse en nuestras vidas. Es el anhelo de ser quienes hemos venido a ser: luz en expansión sobre la Tierra.
Pero, ¿cómo se expande la luz? A través de la experiencia. Es la experiencia la que nos aporta la oportunidad de ser y de expresarnos. Cada una de nuestras vivencias es una oportunidad que nos invita a darle paso a la luz que llevamos dentro.
Podemos experimentar lo que nos sucede desde la mente o desde el alma. Cuando elegimos experimentar desde el alma estamos permitiendo que el Ser de Luz Crística que llevamos dentro actúe y se muestre. Su presencia en nuestras vidas genera, sin duda, una onda expansiva de luz, que influye positivamente en los demás, por resonancia. Cuando mis pensamientos, actos y palabras emiten Luz Crística, la semilla de Luz Crística que todos llevamos en el corazón resuena y brota. Es así como me convierto en un faro de luz en el mundo.
Eso no significa que debamos exigirnos a nosotros mismos ser solo luz. Significa que nuestra humanidad nos proporciona la oportunidad de integrar nuestra luz en el mundo. A veces nos resultará fácil, otras, no. En el segundo caso, es muy importante que recordemos que el amor a nosotros mismos es nuestra base de operaciones. El Ser de Luz Crística que llevamos dentro no nos juzga. No lo hagamos nosotros. No nos culpa por ser humanos y tener emociones de baja vibración, no nos reprende por no hacer “lo correcto”. ¿Qué es lo correcto? ¿Quién decide qué lo es?
La Luz Crística forma parte de nuestra esencia, es nuestra esencia. Por eso no hay que buscarla afuera, sino permitir que emerja desde adentro. Lo que en otro tiempo llamaron “el regreso de El Mesías” es precisamente lo que está sucediendo en las vidas de muchas personas: el despertar de la Luz Crística en sus corazones. Ser humano y ser divino, sin luchas internas. Escuchar al alma, vivir desde ella. Aplicar voluntad para avanzar, cuando se hace necesaria. Respetar a los demás y sus decisiones. Cuidar de uno mismo sin pisar nadie. Confiar en la sabiduría de la vida. Confiar en las propias capacidades, para poder desarrollarlas. Ser un ejemplo de amor incondicional en el mundo, empezando por el amor incondicional hacia uno mismo.
Todo empieza y concluye en uno mismo.
Información inspirada por los Arcángeles Raziel y Uriel